La periodista mexicana Carmen Aristegui señaló con DW que en México “ya se tiene el control absoluto del Congreso mexicano, con mayorías absolutamente cuestionables, artificiales”.
Por Itzel Zúñiga
Ciudad de México, 13 de noviembre (DW).- Por varios años, Carmen Aristegui Flores encabezó el jurado del reputado Premio Alemán de Periodismo Walter Reuter, creado por nueve instituciones germanas en 2006 para reconocer el periodismo de investigación en México. Su recién concluida edición número 18, fue la última que la comunicadora presidió, debido a su extenuante agenda de trabajo.
Y es que, en su afán de informar, a Aristegui -conductora de un programa de radio y uno de TV, editorialista y conferencista- nada parece detenerla: ni haber sido censurada o espiada en los Gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, ni haber sido descalificada públicamente por Andrés Manuel López Obrador por sacar a la luz los abusos del poder con su trabajo y el de los equipos de investigadores que ha dirigido en su amplia trayectoria.
“No hay democracia sin periodismo crítico”, considera la periodista, admirada por unos, criticada por otros.
Por presiones al más alto nivel, fue removida de W Radio en 2008 y, en dos ocasiones, 2011 y 2015, de MVS. Ha sido incluso demandada en diversas ocasiones por una labor informativa que le ha valido premios como el Maria Moors Cabot, el Gabo, el Knight y el Gran Premio a la Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa o el Nacional de Periodismo de su país.
Carmen Aristegui incomoda a la autoridad. Destapó “la compra” de dos lujosas mansiones a un contratista gubernamental. Una era “La casa blanca” (2014), propiedad de Angélica Rivera, esposa de Peña Nieto, y otra de su secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Diez años antes de escribir su libro Marcial Maciel. Historia de un criminal (2010), desató el escándalo al exponer los primeros casos de pederastia del fundador de los Legionarios de Cristo.
Una de sus reporteras se infiltró en las oficinas del líder del PRI en Ciudad de México, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre -hoy preso-, para descubrir una red de prostitución (2014). Otro reciente reportaje señaló a los hijos mayores de López Obrador por beneficiarse de un programa social de reforestación.
Para garantizar su independencia periodística, desde 2017, su medio de comunicación Aristegui Noticias, nacido cinco años atrás, transmite en línea.
DW: En estos años, ¿qué ha retratado el Premio Alemán de Periodismo Walter Reuter sobre la realidad mexicana?
Carmen Aristegui: Desde que nació, ha retratado una complejidad de país que perdura por lustros, una serie de trabajos periodísticos que permiten conocer de manera fuerte, directa, los grandes problemas de México: la violencia, los desafíos de la democracia, del medio ambiente y la gama de temas tan grande como la realidad misma. En síntesis, la problemática nacional.
También replica la decisión de seguir adelante de los periodistas mexicanos, personas que dedican su tiempo, su vida, su esfuerzo, su talento. Refleja la convicción de que el periodismo es algo que necesita la sociedad; el espíritu, la valentía, el profesionalismo y la convicción de los cientos y cientos de periodistas que han decidido participar en él, una muestra de lo que el trabajo periodístico debe ser.
El panorama del periodismo es sombrío en México: asesinatos, desapariciones, precarización, censura, desprotección… ¿Ve usted alguna posibilidad para empezar a paliar estos problemas?
Es una pregunta imposible de responder pues es un problema monumental que involucra no solamente los periodistas.
Sabemos que México tiene una tasa de impunidad gigante, prácticamente hay una impunidad total -o casi- que padece en su conjunto la sociedad. Y los periodistas también padecemos esa misma circunstancia, en un sistema de justicia que ha sido absolutamente ineficiente. Un sistema de justicia ineficaz que -quién lo dijera- ahora estamos defendiendo, pese a sus enormes deficiencias y a la incapacidad del Estado de dar respuestas correctas desde la perspectiva de la justicia.
¿Por qué defender un sistema de justicia fallido?
Lo estamos defendiendo porque puede ponerse peor. Lo defendemos quienes criticamos una reforma al Poder Judicial porque sabemos que debe haber una reforma profunda, de raíz, a todo el sistema: jueces, policías, ministerios públicos, peritos, ministros, etc.
Pero lo que tenemos es algo peor, es decir, la captura de ese sistema de justicia y lo que se vislumbra ya sombrío, en términos de resultados y graves deficiencias, ahora es doblemente sombrío. Porque, en esta reforma judicial -que está conectada con otras como la militar o la desaparición de órganos autónomos, o el conjunto de reformas que heredó el expresidente López Obrador y que se está cumpliendo a pie juntillas-, estamos observando cómo, desde el poder obtenido de una manera democrática, se están desmontando la articulación democrática, el andamiaje institucional y de la propia Constitución bajo la promesa de cambiar de régimen.
¿Cuál sería el mayor impacto de esas reformas para la sociedad mexicana?
El problema radica en que no estamos enfilando la ruta hacia un régimen democrático, sino hacia un régimen autoritario en el cual ya se tiene el control absoluto del Congreso mexicano, con mayorías absolutamente cuestionables, artificiales.
Desmontándose el andamiaje institucional, más el conjunto de reformas y de circunstancias de control concentrado desde el Congreso, la Presidencia y ahora el poder judicial, los órganos autónomos que antes eran un contrapeso al Ejecutivo mexicano también van a desaparecer en los próximos días.
Por ello estamos hablando de una situación absolutamente desafiante para México, muy preocupante, y la ruta hacia donde se dirige este barco es de autoritarismo y totalitarismo.
¿Cuál sería el contrapeso?
Estamos frente a una situación en la que, de no haber sensatez en algún lado dentro de las filas de (el partido gobernante) Morena, que sea su único contrapeso, no veo cómo vamos a darle la vuelta a todo esto. A estas alturas, el único contrapeso son ellos mismos, voces de gente que a lo largo de la vida han batallado por la democracia y que ahora están silenciados.
En México estamos viendo cómo hay un comportamiento personal e institucional típico de regímenes de países que no queremos emular.
¿Puede al periodismo ayudar a equilibrar la balanza?
Este es un momento sumamente difícil. Los periodistas son un factor fundamental para que una sociedad esté enterada, para entender e informarse de la realidad, para contrastar los puntos de vista o alentar el debate público, para llevar a cabo investigaciones que revelen cosas que permitan echar luz a lo que es oscuro.
Por eso, un premio como el Walter Reuter es muy importante porque es una manera de decir “el periodismo persiste”. Está aquí a pesar de que, desde el ámbito político, existe esta práctica de desacreditar a los periodistas, de minar deliberadamente los dos factores fundamentales que dan razón de ser a los periodistas: su credibilidad y la confianza en su trabajo. Hay que matar esas dos cosas para que el mensaje que emite el mensajero no tenga el efecto en la sociedad. Lo han hecho en muchos lados y lo logran de muchas maneras, así que cuando vemos a periodistas jóvenes o de mayor edad haciendo periodismo en todo el mundo es muy esperanzador.